Querido Papá,
Hoy me siento a escribirte esta carta con un corazón lleno de amor y fe. Aunque ya no estás físicamente con nosotros, siento tu presencia en cada momento y en cada rincón de mi vida.
La fe me ha enseñado que la muerte no es el final, sino el comienzo de una nueva etapa en la que nuestras almas se liberan de las ataduras terrenales. Creo firmemente que estás en un lugar mejor, lleno de paz y amor.
A pesar de la tristeza que siento por tu ausencia, la fe me da fuerzas para seguir adelante. Me consuela saber que estás cuidándonos desde el cielo, guiándonos con tu sabiduría y protegiéndonos con tu amor.
Recuerdo tus enseñanzas, tus palabras de aliento, tu amor incondicional. Me enseñaste a tener fe, a creer en mí misma, a luchar por mis sueños. Y aunque ya no estás aquí para verme crecer, siento que estás orgulloso de la mujer en la que me he convertido.
Papá, quiero que sepas que siempre llevaré tus enseñanzas en mi corazón. Tu legado vive en mí y en cada decisión que tomo. Aunque ya no pueda verte ni escucharte, siempre estarás presente en mi vida.
Con todo mi amor,
Tu hija.