Carentes, en general, de claros principios éticos, con una personalidad inmadura e inexperta, sin modelos válidos de identificación, con una golosa capacidad adquisitiva, gozando de amplia libertad, en medio de un permisivismo social y familiar, sin formación religiosa, se ven inmersos y atraídos al mundo adulto.
Son precoces en todo sentido.
Les roban –sin darse cuenta- los mejores años de su vida y pronto les empujan a la corriente del sexo sin compromiso y al mundo de la droga. Pasan de niños a adultos sin solución de continuidad.
¡La peor de las estafas!.
Perciben el señuelo de lo fácil, experimentan que todo está a su alcance, sólo ven metas materiales, les incitan a comportamientos de riesgo en sus relaciones y luego les dejan solos, casi siempre, los más obligados.
¿Se extrañará alguien del fracaso de los adolescentes en la sociedad actual?.
¿Quién o quiénes de los adultos están dispuestos a echar una mano a estas pobres criaturas tan miserablemente estafados?.