San Bernardo apostó en cierta ocasión con un labrador a que no era capaz de rezar un Padrenuestro sin distraerse.
Te juego el burro, le desafió el santo. Aceptó el labriego la apuesta. Cerró los ojos y comenzó a recitar la oración. A medio Padrenuestro se volvió al santo para preguntarle.
¿La albarda también? Hay muchas albardas que nos distraen de lo sustancial de la vida.