Después de la reconquista de Cuenca por los cristianos, como sucedió en muchas ciudades de la península, surgió la convivencia de tres culturas: musulmanes, judíos y cristianos. En el feudo conquense se habilitaron zonas controladas para que pudieran convivir las culturas sobresalientes de la época. Aunque la convivencia solía ser tranquila y pacífica, había momentos de exaltación y las riñas y disputas eran inevitables. Debido a las diferencias culturales, las relaciones y contacto entre ellas estaban prohibidas, pero la mezcla de sus gentes entre zonas era inevitable. Los soldados cristianos controlaban las zonas musulmanas y judías, muy a menudo en busca de posibles traidores o herejes.
Mientras realizaba su guardia, uno de los soldados cristianos conoció a una bella mujer mora. Ambos se enamoraron en pocos días y comenzaron a verse a escondidas. Mientras esta relación secreta acontecía, el padre de la mora prometió a su hija con otro musulmán, como suele ser habitual en dicha cultura. Cuando la chica se enteró de esto, intentó convencer a su padre para que diera el visto bueno a su matrimonio con el soldado cristiano. Mientras quedaban en secreto para planear su boda, el prometido musulmán los perseguía y vigilaba a escondidas, descubriendo así el romance prohibido.
Sin saber que estaban siendo espiados, la mora y el soldado cristiano continuaron sus planes. Fue en la Torre de Mangana donde quedaron para ir en busca de un cura que los casase y con ello convertirse la joven al cristianismo. Sin embargo, el destino les tenía guardada una fatalidad: el prometido de la mora, que seguía vigilando a la pareja, mató por despecho al cristiano, con ayuda de un grupo de amigos. La mora quedó esperando en la torre del reloj, pero su cita no aparecería…
Cuando la joven se enteró de lo sucedido quedó desolada. El amor que tenía por el soldado era tal, que intentó suicidarse para poder reunirse con él. Un cura detuvo la tragedia contándole que si quería estar junto a su amado no debería realizar tal acto, pues el suicidio es un pecado y está prohibido en la religión cristiana. El católico le dio otra alternativa: la joven se convirtió al cristianismo y terminó sus días en un convento que había en la actual calle San Pedro del casco antiguo.
Esta historia no deja de ser una leyenda de la ciudad, sin embargo, no cabe duda de que, como toda leyenda, tiene su origen en alguna otra historia parecida. Este romance ha servido en Cuenca como reclamo para algunos negocios y reclamo para el turismo.