Háblales en parábolas…
Muchas veces oyes que los cristianos buscan a quienes les aconsejen lo que quieren oír. Si no, cambian de consejero. En ese sentido, muchos erróneamente se dejan aconsejar de un sacerdote, pero se confiesan con otro distinto.
La simplicidad de confesarse con el mismo sacerdote que nos conoce, ayuda a resolver muchos nudos internos, y es el consejo de toda la vida: confesarse con quien conoce los entresijos del alma.
He aquí un símil que no deja de ser una parábola como las que contaba el Maestro, servatis servandis…
La carretera y la Alcaldesa
Un día apareció la carretera arreglada.
Después de tantos años, los baches, habían sido reparados.
Los vecinos se mostraban incrédulos y miraban estupefactos cómo se retiraban las máquinas asfaltadoras.
¿Qué había ocurrido?
El chófer de la alcaldesa, que tomaba la precaución de cambiar de recorrido a diario, por seguridad, pensó que la única posibilidad de que su Alcaldesa se diera cuenta del estado de la carretera era pasar por allí a menudo. Y eso hizo, decidió repetir el recorrido: el primer día la alcaldesa levantó la vista del periódico. El segundo día la alcaldesa preguntó el nombre de la calle.
El tercer día la calle dio orden de comenzar las obras y ese mismo día comenzó las obras.
La moraleja: lo mejor para el alma es que un director espiritual nos conozca bien y conozca nuestros baches, nuestros altibajos, para que sepa cómo ayudarnos a repararlos, cómo sacarnos adelante en nuestros tiempos de zozobra. No debemos ocultarle nada para que nos conozca y nos ayude.