Mi hija de tres añitos ha empezado a exclamar «¡coño!» cada vez que se le cae un juguete de las manos, cuando se sale del papel al colorear, cuando se tropieza como se tropiezan los niños (cada dos por tres, cada tres por dos…).
A sus padres nos entra la risa, claro, pero no es bueno que se acostumbre, así que mi mujer ayer le reprendió. Lo mejor, la respuesta de la pequeña: «Pues tú, mamá, lo dices todo el rato…»
Anécdota de Miguel Aranguren, escritor.