La respuesta de un muerto.
Éramos cinco los que participábamos en la conversación, y tres no creían en los milagros, porque decían que nunca habían visto ninguno. Pensaban que todo eran habladurías. Entonces me puse serio, y recordé lo que le ocurrió a mi abuela hacía tan sólo un mes.
Hablando con unos amigos después de jugar un partido de fútbol, salió el tema de los milagros, a raíz de un increíble golazo marcado por uno de nosotros.
Éramos cinco los que participábamos en la conversación, y tres no creían en los milagros, porque decían que nunca habían visto ninguno. Pensaban que todo eran habladurías. Entonces me puse serio, y recordé lo que le ocurrió a mi abuela hacía tan sólo un mes. Empecé a contarles:
Dos meses atrás, el 26 de enero de 2006, murió mi abuelo. Así, de repente. Estaba bien de salud, excepto por su diabetes. Fue un duro golpe para la familia, pues tanto hermanos como primos y tíos, solíamos pasar mucho tiempo con mis abuelos, en un apartamento de Oropesa.
Hace 16 años, mi abuelo, Eladio, le regaló una planta a su mujer (mi abuela), y mi tío hizo un esqueje (cortó un trozo) en otra maceta que se llevó a su casa. Ninguna de las dos plantas había echado flores en estos dieciséis años.
Pues estaba un día mi abuela rezando así: «Eladio… yo sé que estás bien.
Pero dame una prueba de que estás en el cielo.
A la mañana siguiente, mi abuela fue a regar las plantas, y apareció la maceta rebosante de preciosas flores.
Y también, ese mismo día, habían salido flores del esqueje en casa de mi tío.
Mis amigos quedaron mudos de asombro, y un escalofrío había recorrido sus espaldas, según me dijeron cuando se recobraron de la impresión. A mí me ocurrió lo mismo cuando me enteré, porque había caído un milagro precioso en mi familia.
José Cantero (Benicasim, Castellón)