La paciencia todo lo alcanza

«Soportaos unos a otros en la caridad, en toda  humildad, dulzura y paciencia», dirá San Pablo en la Epístola a los Efesios. [i] 

Y Santa Teresa de Jesús hizo célebre la frase “La paciencia todo lo alcanza”.

La paciencia requiere fortaleza de ánimo para soportar las pequeñas, pero constantes, contrariedades de la jornada, motivadas por el carácter de las personas con las que convivimos, por los propios achaques o por las circunstancias adversas.

Para los que tienen en esta vida una misión de gobierno y formación es una virtud muy necesaria, máxime cuando estas personas suelen tener un temperamento fuerte que, si no lo apaciguan con la paciencia, se convertirían en despóticos.

No era un consejo “teórico” el que daba  el Fundador cuando decía:

Un remedio contra esas inquietudes tuyas: tener paciencia, rectitud de intención, y mirar las cosas con perspectiva sobrenatural”. [ii]

Si no se actúa con paciencia, rectitud y sentido sobrenatural, lo más probable es que uno ande de enfado en enfado y faltando continuamente a la caridad con el prójimo.

¡Para aburrir a las ovejas!

Josemaría Escrivá tenía un carácter fuerte. Por eso tenía más mérito su lucha por ser paciente.

Don Álvaro del Portillo nos cuenta dos anécdotas donde se muestra esta paciencia del Fundador de la Obra. Un chico joven que, por sus rarezas psíquicas, todos sus compañeros le evitaban, pedía la atención pastoral de Mons. Escrivá. Él le dedicaba mucho tiempo y cariño, permitiéndole sus desahogos enfermizos que sólo buscaban el “ser escuchado”, sin pretender ningún consejo (que habría sido del todo inútil). 

Contaba después  que, mientras el chico le hablaba largamente, él rezaba por su salud física y espiritual, yéndose el chaval agradecido y contento.

Algo parecido sucedía con un sacerdote mayor que se encontraba solo a causa de su mal carácter.  

Don Josemaría le invitaba los miércoles a comer -en honor a San José- y le trataba con exquisita delicadeza, como si fuera el mismísimo Patriarca, ante el asombro de los estudiantes que vivían en la residencia.

A un hijo suyo que se había enfadado por un pequeño estropicio material -unos candelabros que habían reparado de modo defectuoso y estaban un poco torcidos- le indicó cómo podía colocarlos provisionalmente antes de volverlos a reparar, y le dijo:“-Hijo mío, si yo hubiera tenido con vosotros la misma paciencia que tú has tenido con los candelabros, ahora estaría solo” [iii]


[i] Efesios 4, 2

[ii] Surco, n. 853

[iii] Entrevista, pg. 177