El martirio ha sido y sigue siendo el querer de Dios para algunos hijos suyos. Algunos, más bien, pocos.
Lo que el Señor quiere y espera de la mayor parte de sus hijos cristianos es la fidelidad al deber de cada instante. Más que morir por Dios, se trata de vivir para Dios.
“Martirio es el deber de cada día,
si en Cristo y por amor es aceptado,
fuego lento de amor, que en la alegría,
de servir al Señor, es consumado”
(Breviario: Himno II Vísperas de un mártir)
El heroísmo diario
Un muchacho majo, abierto, salado y dicharachero, hablando en una ocasión con el sacerdote del colegio, le decía muy serio:
– Lo de ser santo cada día… es muy difícil. Yo lo tengo muy claro: lo mío es el martirio.
Agustín Filgueiras