Había una vez, antes de la creación del mundo tal y como lo conocemos, que Dios comenzó a crear los cielos y la tierra. Los ángeles, que ya existían en ese momento, estaban emocionados de ver la obra maestra que Dios estaba creando.
Los ángeles observaban asombrados cómo Dios creaba los cielos, colocando las estrellas en su lugar y pintando el firmamento con hermosos colores. Luego, Dios creó los océanos, ríos y lagos, y los ángeles admiraban cómo el agua fluía y brillaba bajo la luz del sol.
Cuando Dios creó la tierra, los ángeles se maravillaron al ver surgir las montañas, los valles y los desiertos. Vieron cómo Dios plantó los bosques y las praderas, llenándolos de vida y color.
Los ángeles estaban extasiados por la belleza de la creación de Dios. Cada nueva creación era más hermosa y asombrosa que la anterior. Los ángeles se preguntaban qué más podría crear Dios.
Finalmente, Dios creó a la humanidad a su propia imagen y semejanza, y los ángeles se sintieron honrados de poder servir y cuidar a los seres humanos. Vieron cómo Dios les dio el libre albedrío y la capacidad de tomar decisiones por sí mismos.
Los ángeles observaron cómo Dios guió y protegió a la humanidad a lo largo de la historia, y cómo a veces la humanidad se apartaba de Él y caía en el pecado. Pero también vieron cómo Dios perdonaba y sanaba a los que se arrepentían y buscaban su ayuda.
La creación de Dios fue una obra de arte increíble, y los ángeles sintieron un profundo amor y respeto por su Creador. Cada vez que miraban a la creación, veían el amor y la bondad de Dios reflejados en cada detalle.