Era un gato que hacía estragos entre los ratones, los cuales estaban desesperados sin saber lo que hacer. No se atrevían a dejar sus escondites porque cada día aquel gato les hacía bajas a granel.
Viendo la necesidad de remediar tal desastre, convocaron un congreso. Discutieron, presentaron proyectos, hicieron enmiendas, ventilaron planes de batalla y ya al final aprobaron el siguiente acuerdo:
Los ratones, reunidos en Congreso, deplorando los estragos del gato Zapirón, acuerdan por unanimidad colgar un cascabel al cuelo del infame felino. De esta forma, cuando éste quiera saltar sobre uno de nosotros, advertirá con el sonido del cascabel y todos tendremos tiempo de refugiarnos en nuestros agujeros.
El acuerdo recibió el aplauso general y el entusiasmo no pudo ser más explosivo. Pero cuando se trató de poner en práctica la orden del día, cuando hubo de colgar el cascabel del cuello del gato, sucedió… lo que sucede hoy también después de muchas reuniones, Congresos, asambleas, etc. etc.
Un ratón se fue por su derecha, el otro por la izquierda; otro se negó por un motivo, el otro por otro.. total que todos se fueron escabullendo mientras el orondo Zapirón se relamía una y otra vez en espera de dar el salto certero.
Moraleja: Todos sabemos dar consejos a los demás, decir lo que se debe o no hacer, pero que distinto es a la hora de afrontar los propios problemas y resolverlos, hay un refrán español que dice, “no es lo mismo predicar que dar trigo limpio”.
¿Se trata sólo de deliberar y discutir y hacer planes y más planes?. En todas partes hay gente sabia y cientos de consejeros. Pero… ¿Quién ejecuta los planes? ¿Quién da la cara y se compromete en serio a riesgo de jugarse el prestigio o el pellejo?