«Con demasiada frecuencia equiparamos «orar» y «pedir». Ciertamente, debemos pedir, pero sin olvidar lo que dijo el Señor en el Sermón de la Montaña: “Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis”. Olvidamos fácilmente que tan importante o quizás más que la oración de petición es la de adoración. Por eso debemos cultivarla, recogernos, y, en el ámbito de recogimiento, hacernos presente la grandeza de Dios y postrarnos ante ella con actitud de reverencia y un corazón libre. De esta forma nos situaremos en la verdad, en la verdad de la vida; las relaciones de la existencia cobrarán su ordenación justa y todo quedará configurado según los criterios adecuados. Esta verdad nos hará bien. Volverá a ordenar todo lo que en nuestra vida se había desordenado a causa de la confusión y la falsedad. Sanaremos espiritualmente y podremos comenzar de nuevo».
(Romano Guardini, «Introducción a la vida de oración», p. 84-85)