Si quieres ser feliz un día, estrena un par de zapatos; si quieres ser feliz una semana, mata a un cerdo. Si quieres ser feliz toda tu vida hazte monja de clausura.
¿Tiene sentido entregar la vida a Dios en un monasterio de clausura? Hay quien no entiende que, en pleno siglo XXI, siga habiendo personas consagradas a la vida contemplativa, en el silencio y el anonimato, lejos de ambiciones mundanas. Sin embargo, Dios sigue llamando. Y, si no, que se lo digan a las Clarisas de Monzón, cuyo monasterio –guiado por la regla de Santa Clara– acoge desde el pasado 22 de febrero a Marisa Macicior, una joven madrileña, de 22 años, que aparcó la carrera de Psicología en su último curso para abrazar “con libertad” una vida plena. Como explicó el obispo de Barbastro-Monzón, don Ángel Pérez Pueyo, en la ceremonia de entrada, “no deja algo que sea malo o prohibido, ni hermoso y bueno por nada, sino por algo (alguien) sublime, excelente, que lo llena todo”. Ella explica por qué.