Estaba un hombre, que siempre había alardeado de su ateísmo delante de sus amigos, paseando por el bosque y deleitándose del paisaje, pensando lo inteligente que era la naturaleza, y como la evolución había llegado a semejante perfección en la naturaleza, mientras discurría en sus pensamientos evolucionistas, oyó un ruido detrás de unos árboles y se asustó, pensando que podría ser una alimaña…
Surgió de repente entre los árboles un oso pardo, dispuesto a atacarle, el oso ya estaba sobre él, sujetándolo fuertemente con su pata izquierda y con la otra intentando agredirlo ferozmente.
En ese mismo momento, instintivamente se pone a rezar…
– ¡OH Dios mio!
Entonces el tiempo se detuvo. El oso quedó sin reacción. El bosque se sumergió en el silencio. Hasta el río paró de correr
A medida que una luz clara brillaba, una voz venía del cielo diciendo:
– “Tú negaste mi existencia durante todos estos años, enseñaste a otros que yo no existía y redujiste la creación a un accidente cósmico. ¿Esperas que ahora sea yo quién te ayude a salir de ese apuro? ¿Puedo creer que realmente tienes fe en mí?”
El ateo miró directamente hacia la luz y dijo:
– “Sería, de hecho, hipócrita por mi parte, pedir que de pronto me trates como a un cristiano, pero. tal vez… ¿puedas volver al oso cristiano?”
– “Muy bien” -dijo la voz.
La luz desapareció. El río volvió a correr y los sonidos del bosque retornaron.
Entonces, el oso recogió las patas, hizo una pausa, bajó la cabeza y habló:
– “Señor, bendice este alimento que ahora voy a comer. Amén”.