CUARESMA.- SACRIFICIOS VOLUNTARIOS

José María Pemán escribió un cuento sencillo con fondo de Cuaresma que hace pensar.
Arrondo, Jefe de negociado en un ministerio, había anunciado con tiempo que aquella Cuaresma pensaba dejar de fumar en plan penitente, Aquellos piti­llos cuaresmales renunciados aparecían a sus ojos como una buena inversión a largo plazo.
Durante la noche del martes al miércoles de Ceniza, ya no podía parar, acostumbrado como estaba a meterse en la cama con un pitillo en la bo­ca. No paraba. Su mujer insinuaba.‑
‑ Es la primera noche, Julián.
El se indignó ante la creencia de que su renuncia fuese heroicidad de unas horas. Anunció que toda la Cuaresma sería igual:
‑ ¡No dormiré!
‑  «No dormiremos», coreó ella dulcemente.
Ahorramos relatar cómo se fue agriando progresivamente el humor de Ju­lián Arrondo y la paciencia de su buena esposa.
Pero, mire usted por dónde, que al final vino a morir el penitente, porque an­daba con la tensión bastante alta y las venas endurecidas. Horas después San Pe­dro le concedía un lugar modesto en el cielo, muy cerquita de la puerta. Pero Arrondo no estaba satisfecho. Pensaba que tenía derecho a algo más.
– «No en­tiendo. Pasé toda la Cuaresma sin fumar».
Curioso, porque el Apóstol no había encontrado nada por el estilo en el li­bro donde se apuntan nuestros méritos. Volvió a abrir el libro de la gran conta­bilidad, donde a dos columnas estaban anotados los nombres de los acreedores y los méritos contraídos. Recorrió con su dedo magistral las columnas de la A. De pronto, Arrondo vio su nombre. Pero el Apóstol le hizo observar que decía:

«Arrondo ( Señora de… ). Y al lado, en la columna de méritos de ella: » Una Cuares­ma sin fumar su marido».