«Cuando se cierre el cielo y no haya lluvia porque hubiesen pecado contra ti, si rezan en este lugar y confiesan tu nombre, y se convierten de sus pecados al ser castigados, Tú escucharás en el cielo: perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, les mostrarás el buen camino por el que han de ir, y concederás la lluvia sobre la tierra que diste en herencia a tu pueblo».
(I Reyes, 8, 35-37: oración de Salomón en la dedicación del templo)