«No nos extraña, pues, que el demonio haga todo lo posible para movernos a dejar la oración o a practicarla mal, pues sabe mejor que nosotros qué terrible es para el infierno y cómo es imposible que Dios pueda denegarnos lo que le pedimos al orar. ¡Cuántos pecadores saldrían del pecado, si acertasen a recurrir a la oración!»