Un cuento, y una opinión como testimonio
Es una pregunta abierta, que no una encuesta, a la cual cada uno puede dar respuesta según su propia experiencia en la vida.
Una opinión:
Empezaré contando una anécdota que me contaba mi madre y que a su vez se lo había contado la suya, con lo cual no se a ciencia cierta, si es verídica o cuento con moraleja.
Acabo la introducción diciendo que casi todos hemos soñado o deseado que nos toque la primitiva, pero cuando lo pienso fríamente, casi que prefiero quedarme como estoy.
Publicado por janalo
Decía mi abuela que en la posguerra tenían unos vecinos que pasaban bastantes penurias, pero casi siempre estaban cantando y riendo y que estos cantos y risas se oían en toda la calle y un poco más arriba vivían otros que eran ricos, que se entretenían mucho oyéndolos cantar y un día , comentó la mujer rica a su marido, fíjate qué felices son esta gente y eso que no tienen algunas veces ni para comer, imagínate cuán felices serían si les diéramos 500 pesetas (en aquella época era mucho dinero), total a nosotros nos sobran.
Bien pensado dijo el marido, mañana iré y se las daré.
Al día siguiente el marido fue a casa de los vecinos y cumplió con lo dicho, los vecinos recibieron el dinero con júbilo y muy agradecidos. Pero esa noche ya no se les oyó cantar, ni reir; ni a otro día, ni a otro día, los vecinos ricos estaban extrañados pues no se explicaban el motivo.
Al tercer día se presentó el vecino pobre en casa del rico y le dijo: – tome usted sus 500 pesetas, pues desde que usted nos dio el dinero hemos discutido por donde guardarlo y no teníamos ganas de reír, cerramos todas las puertas y ventanas, para que no fueran a robarnos, nos hemos vuelto desconfiados y no tenemos ganas de cantar, parece que el demonio hubiera entrado en nuestra casa.
Evidentemente es un caso extremo pero para mi con bastante fundamento.
Todos tenemos dentro una parte egoísta y desconfiada que si no estamos lo suficientemente preparados, el dinero puede potenciar y hacer que seamos infelices.
El dinero en sí, no es malo, es más todos lo necesitamos, te puede dar tranquilidad y estabilidad, con lo cual contribuir a que seas feliz (no necesariamente). Conozco a gente que están tranquilos y tienen estabilidad que no lo son.
Para ser feliz no hace falta dinero, yo soy feliz cuando me sonríe mi hija, con una mirada cómplice de entendimiento con alguien, cuando me besa la persona que amo, con un abrazo sincero de un amigo, y con infinidad de detalles que pueden parecer nimios que a cada uno nos llenan de satisfacción interior.
¿Hace falta el dinero para eso?
La felicidad nunca es egoísta, siempre se quiere compartir, normalmente cuando somos felices necesitamos a alguien con quien compartirla.
Hablando de compartir, ahora que están de moda esas campañas para mandar juguetes a los niños del llamado tercer mundo. ¿Vosotros creéis realmente que dando un juguete a esos niños los hacéis más felices?, para mi corto entender, le podéis sacar una sonrisa momentánea, pero lo único que se hace, es hacerles creer que no tienen nada y calmar nuestras conciencias. Creo que todos habremos visto reportajes en donde los niños de esos países juegan con cualquier cosa, una pelota de hilo, una caja de cartón o una lata de cualquier cosa (con imaginación), ¿son menos felices que nuestros hijos llenos de juguetes, que a los dos días les dan patadas?
Escribiendo esto recuerdo otra anécdota contada por mi madre, es totalmente corroborable y verídica y que como es muy corta la voy añadir:
Una señora estaba entusiasmada de cómo una niña, hija de sus labradores, estaba encariñada con una calabaza a la cual vestía y trataba como una muñeca. Un día decidió regalarle una, pensando que le haría una tremenda ilusión. Cuando fue a llevársela y se la enseñó a la niña, la niña empezó a llorar y llorar, abrazándose fuertemente a su calabaza.