“Así como María, de pie ante la cruz del Señor, lloró lamentándose por el aguijón de la compasión hasta el punto de parecer crucificada con Él; así el alma que ama al Señor y ha concebido un amor ardiente por Él, y se siente unida en verdad a Cristo, su esposo, también debe sufrir con Él. Debe tener siempre ante sus ojos los estigmas que por su causa le fueron realizados. Debe recordar continuamente todo lo que por él ha sufrido el Impasible, y atender a que el que está por encima de todo castigo fue castigado por nuestra causa, y que siendo en forma de Dios tomo forma de esclavo (Filip 2, 6-7).
El alma debe sufrir en todo y estar -como María- encadenada a Él, pues así será también glorificada junto a Él (Rm 8, 17)”.
(En la Cruz ella nos enseña a sufrir por Cristo. Pseudomacario, Homilía III, 1.3 (Jn 19, 25)