Texto del libro Historia de España contada con sencillez (José María Pemán).
No mucho después de su gran victoria, San Fernando entregó su alma a Dios. La humildad y la devoción de su muerte todavía oscurecieron las grandes virtudes de su vida. Cuando sintió que llegaba el Viático, se echó abajo de la cama donde estaba, y se arrodilló para recibirlo en las losas del suelo. Luego se hizo desnudar y quitar de encima todas las galas e insignias de rey, porque decía que en aquella hora suprema ya no había reyes ni vasallos. Y así, desnudo, con una soga de esparto atada al cuerpo, murió el Santo Rey, «cubierto por el polvo de cien combates, ni uno solo contra cristianos».