Luisa María de Arámburu, amiga fraternal desde la infancia de los hermanos Primo de Rivera, recuerda la siguiente anécdota a propósito de la manera naturalísima en que José Antonio manifestaba su religiosidad:
«Una noche fue invitado a cenar en cierta casa. Era un viernes de Cuaresma. Uno de los platos era de carne. José Antonio, al advertirlo, rogó discretamente a su anfitriona que le permitiese prescindir de aquel manjar. Entonces aquélla, dirigiéndose a uno de los servidores, y como burlándose amistosamente, dijo:
«Oiga usted, al señorito José Antonio tráigale una tortilla. Hoy es viernes y no puede comer carne.»
José Antonio -lo recuerdo muy bien- contestó:
«Es posible que me condene, señora; pero por un filete…, por un filete no vale la pena.»
(Felipe Ximénez de Sandoval «José Antonio (Biografía apasionada)», 7ª edic. nota 163 en Pág. 260)