«El humilde evita los juicios negativos sobre los demás, es agradecido, sabe disculpar los posibles fallos de sus hermanos los hombres, no se justifica, no necesita alabanzas y elogios en su tarea y, cuando llegan, los endereza a Dios. En el Señor tiene puesta su esperanza, y Él es, de modo real y verdadero, la fuente de su felicidad: es Él quien da sentido a todo lo que hace».