Otro instrumento divino de penitencia era su corona de espinas.
La criada indígena Mariana de Oliva, que tenía su misma edad y que se había criado en su casa desde los dos años, afirma que debajo de la toca de su hábito llevaba una corona de espinas. La corona era como de una pulgada de ancho, toda ella por la parte de dentro llena de puntas. Para ponérsela hacía que esta testigo le rapase la cabeza y lo hacía muy a menudo y hallaba la cabeza muy lastimada.
Al cabo de dos años, poco más o menos, que usaba de ella, sucedió que su padre le llegó con la mano a la cabeza donde tenía la corona y le salieron unos hilos de sangre…
Y esta fue ocasión para que su madre investigara. Y vino a saber que la causa había sido la corona que traía,que antes no lo había sabido. Y esta testigo muy de ordinario se la ponía a la bendita santa y le ataba una cinta blanca alrededor de la corona con que la encubría.