Un escritor cristiano de los primeros siglos -Tertuliano- cuenta el siguiente relato: Había un gran rey que poseía una piedra preciosa incrustada en su anillo de oro, pero un mal día se le cayó en una alcantarilla. Entonces, el rey se introdujo en aquel sucio lugar y logró rescatarla. La limpió a continuación con sumo cuidado y la colocó de nuevo en su espléndido anillo.
La piedra preciosa -explica Tertuliano- es el hombre que un desgraciado día cayó en la ciénaga del pecado: el original y los personales. Dios no quiso perderlo, por eso se hizo hombre y lo rescató. Cada hombre, mediante esa gracia redentora, puede lucir de nuevo entre las joyas con las que Dios se engalana.