Cuántas veces nos encontramos con el rollo de papel higiénico acabado, la taza del w.c. manchada o sin limpiar; colillas, ropa o simplemente gente que hace ruido por la calle a las 3 de la mañana despreocupada con las consecuencias que sus acciones tienen para los demás.
Durante 1962 Adolfo Mogilevsky, preparador físico de Atlanta, para provocar la atención de la prensa que los ignoraba aunque le ganasen a un club de los históricamente grandes por lo menos una vez al año, decidió repetir algo que había implementado en Platense varios años antes: le cambió la numeración habitual a todos los jugadores.
Esto no solo desconcertó a los rivales que no ubicaban a su marca con solo verle la espalda, sino que irritó terriblemente al periodismo dado que ponía en evidencia el desconocimiento que tenían de los jugadores.
Tras el partido, un periodista increpó a Mogilevsky y le preguntó ofuscado cómo es que se le había ocurrido hacer semejante cosa. A lo cual le respondió: «Vaya y pregúntele a los jugadores si les molesta que hayamos cambiado los números». De muy mala manera, en medio de su irritación, el periodista encaró y le preguntó eso mismo al zaguero Oscar Alejo Glaría, el cual le respondió: «No… ¿qué problema voy a tener? Si el número lo tengo en la espalda y nunca lo veo».