El maestro llevó delante de la clase una pecera de cristal donde nadaba un pececillo.
-Decidme niños, -les preguntó- ¿Qué haría este pececillo para esconderse de vosotros? -No puede hacer nada, gritaron los niños. -Pero – ¿Por qué no? Insistió el maestro. -Porque nosotros lo podemos ver a cada momento a través del cristal, fue la contestación.
Sí, era verdad, el pececillo nada podía hacer para esconderse de los ojos de los niños, y nosotros tampoco podemos escondernos del ojo de Dios, quien está viendo a cada instante todo lo que hay en nuestro corazón.