¿Somos pobres?
Una vez el padre de una familia muy rica llevó a su hijo de doce años a pasear por el campo, con el propósito de que su hijo viera cómo los campesinos vivían en la pobreza.
Pasaron un día y una noche completos en la destartalada casita de una familia muy humilde. Cuando regresaban a su casa en su lujoso automóvil, el padre le preguntó a su hijo:
— Hijo, ¿qué te ha parecido el viaje?
— ¡Muy bonito, papá!
— ¿Has visto cómo viven los pobres?
— Sí —, respondió el niño.
— ¿Y… qué has aprendido, hijo? — insistió el padre.
— Pues — dijo el pequeño — que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Yo no tengo hermanitos para jugar o pelearme, pero ellos se dejan las canicas, comparten la ropa, se lo pasan bomba juntos; no tienen playstation pero tampoco tienen tiempo para ver la tele: siempre tienen ideas, algo que hacer… creo que nunca se aburren. Nosotros tenemos una piscina que llega hasta la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo y se bañan siempre que quieren; y no tienen que gastar dinero en mantenerlo. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas y la lamparita que ponen a la entrada; así duermen más, descansan mejor, hablan mucho más entre ellos, se preocupan de lo que les pasa a los otros y entienden más las razones de sus decisiones. Nuestro patio llega hasta la pared junto a la calle, la puerta del de ellos da al campo y no tiene límites. Comparten el cuarto, nadie les hace la cama y se tienen que preocupar de recoger sus cosas y de tener cada cosa en su sitio. No tienen tele en el cuarto, así que pasan muy poco tiempo solos y siempre están juntos; tienen que hacerse cargo de cómo son los demás y aceptar lo que no puede cambiar y cambiar lo que no se puede aceptar.
El padre se quedó mudo … y su hijo agregó:
— Gracias, papá, por enseñarme lo pobres que somos.