Había una vez un hombre que era un obrero muy eficiente. Había trabajado por muchos años para una gran compañía; y un dia alcanzó la edad suficiente para retirarse. El constructor, u patrón le pidió que hiciera una última cosa, éste sería ya su último encargo.
El obrero aceptó el trabajo, pero no lo hizo con todo corazón. Utilizó materiales de mala calidad, la madera era mala y no le importaron los detalles por los que normalmente se preocupaba cuando estaba interesado en el trabajo.
Cuando la casa estuvo terminada, su patrón lo llamó y le dijo: «Esta casa es tuya, aquí están las llaves, es mi regalo para ti». El obrero se arrepintió inmediatamente de no haber usado los mejores materiales y de no haber contratado los mejores trabajadores. Si solamente hubiera sabido que la casa era para él….
Nosotros, como los hijos, estamos construyendo nuestras casas espirituales. ¿Qué materiales usamos? Seamos conscientes de la gracia del Señor. Estemos seguros que nuestros corazones participen en todo lo que hagamos. Ninguno de nosotros construimos la casa de otro en la eternidad, es siempre la nuestra.