Imma Monsó, Como unas vacaciones. Ed Tusquets, p. 80.
No escogía a los hombres, tropezaba con ellos, y como no tenía por costumbre consagrar demasiado tiempo a las sutilezas de las cacerías amorosas, se iba enredando en una tela de araña de la que más tarde le era difícil escapar. Glenda intuía que esto le sucedía a causa del impacto fatal que su belleza ejercía sobre la mayoría de los hombres. Una belleza tan evidente, tan obvia y rotunda, que actuaba como una barrera infranqueable, que impedía llegar a su interior y captar la gracia, el humor, la agudeza de su espíritu. Con el fin de neutralizar el efecto devastador de su belleza, vestía con extremada sobriedad, y evitaba toda prenda que atrajera la atención sobre su físico. Sin embargo aquello no resolvía el problema. Su belleza era más poderosa que su sobriedad, más aún: la sobriedad contribuía a destacarla.