Un jefe de una sección de una empresa, hombre suspicaz y quisquilloso, se quejaba ante la junta directiva porque, según él, los empleados no le tenían el debido respeto. Una tarde al salir del trabajo se dirigió a un «Todo a un euro» y se compró un letrero con esta inscripción:
– «Aquí mando YO»
Muy satisfecho lo colgó en la puerta de su despacho. Poco más tarde, pegada a la misma puerta, encontró una nota que decía:
– «Llamó su esposa. Dice que le devuelva SU cartel»
Cuando alguien es aupado a un cargo o tarea superior a sus capacidades es imposible que se encuentre cómodo. Y, como no reconoce su incapacidad, culpa a quienes le rodean o están a sus órdenes. Se vuelve extremadamente celoso defensor de su autoridad y acaba siendo una tortura para quienes trabajan con él.
Algunas veces, obedecer no es fácil. Pero saber mandar no lo es nunca. Y el que no tiene inteligencia y voluntad para obedecer, está incapacitado para saber mandar.
Lo sensato y eficaz es revisar los propios fallos, en el lugar que ocupa.
Sólo así podremos ayudarnos y ayudar.