Accidente de coche, de montaña
cáncer de colon, cáncer de faringe,
infarto cerebral, leucemia, neumonía
y hasta pudiera ser arma de fuego.
Cualquiera de estas cosas, o quién sabe
cuál otra que le escapa
a mi imaginación de vuelo corto,
será el diagnóstico oficial,
y luego
el latiguillo en que se obstinarán
las notas necrológicas, los homenajes póstumos,
las biografías y los Wikipedia.
Pero yo me conozco
y sé que eso será sólo la circunstancia,
el ambiente en el cual habrá de producirse
mi verdadera muerte, ese empujón
definitivo que me hará caer
al otro lado.
Aquí dejo la clave
del enigma, mi autopsia anticipada:
¿no dicen que en sus últimos momentos
uno ve, comprimida en un instante, toda
su vida? Pues entonces no hay duda: moriré, llana y sencillamente, de vergüenza.