Arrestando objetos
Y recuerdo a aquel alférez reenganchado que, en mitad de su voluntariosa disertación sobre la marcha militar a los soldaditos recién incorporados (en argot: turutas) se vió interrumpido por un violento portazo. Enfadado decretó, entre improperios: Puerta arrestada a quedarse abierta durante un mes. Esto ocurría ante el asombro de todos, incluyendo el de el el autor de esta anécdota, joven universitario, de diecisiete años… Nunca hubiéramos pensado que una puerta se podría arrestar…
Luego este método ha sido probado en otros campos y SÍ QUE SIRVE: sí que sirve a los despistados; prueben lo siguiente:
Si un objeto se pierde, descuadra, se desmarca, se despista: castíguesele en un cajón, sin uso, durante un tiempo; una semana, para deshabituarse al uso.
Luego, cuando vuelve a la vida diaria, ya se tiene el cuidado habitual.
Hay gente que se inventa los seguros, pero son una forma ridícula de «buscar culpables». En realidad, lo mejor es siempre precaverse: ser prudentes y prever las consecuencias. Ofrecemos a continuación una serie de situaciones ridículas
(quizás por ser fruto de la soberbia) pero reales de búsqueda de culpables en los despistes…
Las reclamaciones por Rolex perdidos en la Costa del Sol superan los relojes existentes de la marca
Un ránking recoge las 25 reclamaciones más absurdas de viajeros británicos
Así consta en un ránking del diario ‘The Times’ de las 25 reclamaciones más absurdas planteadas por británicos que suscribieron un seguro de viaje, y que incluye un buen número de historias que suceden en España debido a que éste es el destino turístico preferido de los británicos.
«Según un asegurador de larga trayectoria», afirma el diario, «ha habido más relojes Rolex Oyster, cuyo valor supera las 1.000 libras (1.420 euros), denunciados como perdidos en la Costa del Sol española de los que nunca han sido fabricados».
Otra reclamación pintoresca, pero más verosímil, la planteó un inglés que aseguró que, en Gibraltar, un mono le robó la cámara de fotos. La aseguradora aceptó indemnizarle por la cámara, pero se negó a devolverle el dinero del viaje.
Dentaduras y peluquines
Otro inglés que se mareó en un barco en la bahía de Vizcaya, hasta el punto de devolver por la borda y arrojar de paso al mar su dentadura postiza, consiguió que la aseguradora le indemnizara en concepto de equipaje perdido.
Sin abandonar el mar, a otro caballero le sucedió que una ráfaga de viento marino le arrancó el peluquín, que cayó al agua junto con parte de su autoestima, pero al menos logró el pago de una compensación de la aseguradora por el coste del bisoñé.
Asimismo, un británico de vacaciones en España vio cómo un perro mordía su cámara, que había dejado colgada de un banco, y salía corriendo con ella. Le reembolsaron por daño accidental.
Sin embargo, otro padre británico de viaje por España no logró la comprensión de la aseguradora cuando, enarbolando el seguro de viaje, reclamó una indemnización por el disgusto y las lágrimas derramadas por su hija al ver el corte de pelo que le habían hecho en una peluquería.
Otra reclamación, que no tiene por escenario a España pese a que el protagonista es un toro, sucedió en la ciudad de Kerala, en el sur de India. El corneado británico, pese a no saber explicar los motivos por los que el animal la emprendió con él, consiguió que la aseguradora se hiciera cargo de los gastos médicos, por casi 4.000 euros.
Extraído de aquí…