«Nuestro pensamiento tiende a ocuparse con lo que nuestro corazón está ocupado. Un hombre que desea vivir en íntima unión con Dios no puede dejar que sus pensamientos y fantasías vuelen sin trabas. Aparte de la evitación de las preocupaciones pecaminosas, cabe un prudente control propio en esta materia».
(Eugene Boylan, «La piedad sacerdotal»)