«Por eso se ha de desnudar el alma de su entender, gustar y sentir, para que echado todo lo que es disímil y disconforme a Dios, venga a recibir semejanza a Dios, y así se transforme en Dios. Dios no siempre comunica el ser sobrenatural, porque no todas las almas están en gracia, y las que están no en igual grado. De donde, a aquélla se comunica Dios más, que está más aventajada en amor, de manera que el alma no ha menester más que desnudarse de estas contrariedades y disimilitúdines naturales, para que Dios, que se le está comunicando naturalmente por naturaleza, se le comunique sobrenaturalmente por gracia.
Esto quiso dar a entender S. Juan cuando dijo (…): quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de los cielos».