En íntima compenetración
No podemos entender la unión del alma con el cuerpo al modo de una mera unión circunstancial, algo así como la de un conductor con su coche. La compenetración es mucho más íntima. Una parte no puede ser sin la otra.
«Si soldamos un pedazo de cinc a un trozo de cobre, tendremos un pedazo de metal. Esta unión sería la que llamamos accidental. No resultaría una sustancia nueva. Saltaría a la vista que era un trozo de cinc pegado a otro de cobre. Pero si el cobre y el cinc se funden y mezclan, saldrá una nueva sustancia que llamamos latón. El latón no es ya cinc o cobre, es una sustancia nueva compuesta de ambos. De modo parecido (ningún ejemplo es perfecto) el cuerpo y el alma se unen en una sustancia que llamamos hombres.
Lo íntimo de esta unión resulta evidente por la manera en que se interactúan. Si me corto en un dedo, no es sólo mi cuerpo el que sufre: también mi alma. Todo mi yo siente el dolor».