En el año 356 a.C. el rey macedonio Filipo II (382-336 a. C.) había conseguido grandes éxitos tanto en su política exterior como en su vida personal. Con la anexión de Crenides, explotó las ricas vetas de oro y plata de las vecinas minas del monte Pangeo y había emitido sus primeras monedas de estos metales, también estaba consiguiendo fortalecer y ampliar las fronteras de sus tierras, había agregado la cleruquía ateniense de Potidea a su reino.
Ese otoño y en el mismo día recibió tres grandes noticias:
– Su general Parmenión había logrado una gran victoria sobre la coalición de tracios, ilirios y peonios.
– Su esposa Olimpíade (princesa molosa con la que se había casado en el 358 a.C.) le había dado un hijo varón, el futuro Alejandro Magno.
– Su carro había resultado ganador en las carreras de caballos de los juegos olímpicos.
Lo paradójico de esta anécdota es que lo que más le alegró fue la victoria de sus caballos…