Es una de las mártires más veneradas desde la antigüedad. Muere mártir en la ciudad eterna a principios del IV con tan sólo doce años. El Papa Dámaso honró su sepulcro con un poema, y muchos Padres de la Iglesia, a partir de San Ambrosio, atestiguan sus virtudes y santidad.
Inés era una niña muy guapa que vivía en la Roma imperial. Su nombre significa «cordero» y por eso se la representa siempre con un cordero. Sus padres pertenecían a una de las mejores familias de la ciudad.
Entonces, el hijo del poderoso gobernador se enamoró locamente de ella y pidió su mano. Inés apenas contaba con unos 13 años. Sus padres, sin decirle nada, concertaron el matrimonio pero ella cuando se enteró se negó.
Era cristiana y desde pequeña había decidido no casarse y estar siempre con Jesús, su más profundo amor.
Pero el gobernador se tomó muy mal que rechazara a su hijo y entonces amenazó a Inés: o aceptaba a su hijo o aceptaba el suplicio. Inés permaneció fiel a su promesa. El gobernador pasó de las amenazas a castigar duramente a la joven.
El hijo del gobernador, que de verdad la amaba, viendo todos sus tormentos cayó muerto. Su padre, entonces pidió, a Inés que intercediera por su hijo y la leyenda cuenta que frente a los ruegos de la niña, este volvió a la vida. Por eso, después, la acusaron de ser una hechicera. Murió martirizada en el año 304.
Como ya sabes el nombre latino de santa Inés es «Agnes», que significa cordero. Se le considera patrona de los jóvenes, las novias, las prometidas en matrimonio, de la pureza y de los jardineros.