Fructuoso, cuya celebración es hoy o mañana pues coincide con Santa Inés, fue obispo de Tarragona en el siglo III. Murió mártir, condenado a ser quemado en la hoguera, acompañado por algunos de sus ministros dos de los cuales eran diáconos y con los nombres conocidos de Augurio y Eulogio. Fue al despuntar de un día de enero.
Llamaron a la puerta del obispo los enviados por las autoridades que querían verle y juzgarle por su fe cristiana ya que se dedicaba a dar instrucción a los fieles y a extender aquella religión. Lo llevaron a la cárcel con sus discípulos hasta que se constituyera el tribunal; fue una semana en la que les atendieron los de la «fraternidad» que no abandonaban las puertas de la cárcel; para ellos no había peligro, los romanos sólo buscaban suprimir las cabezas de los jefes o responsables.
Al final, la cita con el cónsul Emiliano tiene lugar con la sencillez y resolución de la muerte en la hoguera de los tres cristianos confesos de su condición de creyentes en Cristo y obstinados en rechazar cualquier otra divinidad. Las Actas de su martirio están reconocidas por los estudiosos como de las pocas que pueden ser consideradas fieles hasta el punto de considerar a Fructuoso como «el protomártir hispano justificado ante la historia» por su autenticidad.