Una mujer que se arrepiente de haber abortado…
«Señor director: Fui abortista, me quedé en medio camino, ni llegué a ser esposa, ni llegué a ser madre. Me siento avergonzada, bastante mal, es como si tuviera que escalar una montaña y en la cumbre me esperara algo maravilloso, pero eso sería sólo para los que lograran llegar, claro, y yo no he llegado, he sido cobarde, me han engañado y me han dicho que no merece la pena subir.
Hay momentos en los que creo enloquecer, hay instantes que con los sedantes estoy como en una nube, no tengo decisiones propias ni ganas de nada, les cuento lo que nos pasa a las que hemos caído en ello por egoísmo, ignorancia o idioteces y hemos cometido el mayor asesinato que un ser humano puede ser capaz de hacer a una criatura en formación que no puede defenderse y a la cual no la damos ninguna oportunidad y sin hacernos ningún daño nos la cargamos, qué vergüenza siento.
Como nos dejamos engañar, hemos cometido un error y queremos taparlo con un remedio peor, es como si hay fuego y nos quemamos una mano y nos dicen: para que no se vea y no te duela, quedará mejor si te la cortas. ¡qué barbaridad!, cuando has cortado esa mano te das cuenta que ya no podrá estar nunca en tu brazo y el dolor será mucho mayor porque la necesitarás y no la tendrás y no habrá nada que la reemplace y verás que has cometido un grave error que ya es irreversible porque has quitado algo de ti, que te pertenece y por muchos remedios que intentes poner y por muchas cosas que te digan ya nunca más estará en tu mano y te mirarás el brazo una y otra vez y verás que esta incompleto(…)
Nos quieren quitar el derecho más hermoso que la Naturaleza nos ofrece a las mujeres, llegar a dar vida al ser humano, a sentir las caricias de un pequeñín, sus risas, sus juegos, sus primeros pasos.
Muchas veces he visto a niñitos jugando en la calle y he pensado…, quizá mi hijo sería así, si le hubiera dejado vivir, hubiera querido comprarle juguetes, ropa, etcétera».
Fuente: Carta publicada en el periódico ABC del ocho de enero de 1995