Una niña (de unos 10 años) sale del confesionario. A los pocos segundos golpea en la puerta que comunica el confesionario con el oratorio. Salgo y me dice:
– Oye, me acabo de confesar contigo, y ya he pecado. ¿Tengo que confesarme otra vez?
Le pregunto qué le ha pasado, y me dice que al salir al oratorio se ha encontrado con una de su clase, y se ha puesto a hablar y a pelearse con ella dentro del oratorio.