Una niña de 10 años llega al confesionario, y antes de nada dice:
– No vengo a confesarme, sino a hablar con usted para que me ayude. Hace más de un año murió un hermano mío. Mis padres lo aceptaron muy mal, se enfadaron con Dios y dejaron de ir a Misa y de practicar. A los pocos meses se separaron. Y yo ahora quería preguntarle qué me aconseja hacer para conseguir dos cosas: que mis padres vuelvan a juntarse, y que vuelvan a practicar e ir a Misa.