El 17 de febrero de 1877 soñé que llegaba a Roma y que el Santo Padre el Papa me recibía en audiencia. Nos pusimos a charlar y de pronto el rostro del Pío IX se puso radiante de luz. Yo le dije: – Ah, Santo Padre, si mis jóvenes que lo aman tanto pudieran verlo así como está ahora, ¡cómo se entusiasmarían! Pero enseguida el Santo Padre se acostó en un sofá y dijo: – Que traigan una sabana para cubrirme de pies a cabeza.
Luego se levantó y entró por una puerta y ya no apareció más.
Enseguida oí que mío amigo Buzzetti me decía: – El Papa ha muerto.
Yo emocionado… me desperté.
Nota: Un año después de este sueño. El Santo Padre Pío IX, después de una breve enfermedad, murió santamente.