«Avaros espirituales son los que no se sacian nunca de muchos ejercicios de piedad, para conseguir muy pronto la perfección, según dicen, como si la perfección consistiera en la multitud de cosas que hagamos y no en la perfección con que las llevemos a cabo (…). Dios no ha puesto la perfección en la multiplicidad de los actos que hemos de realizar para agradarle, sino en el modo de realizarlos: no otro que el de hacer lo poco que hagamos según nuestra vocación, es decir, en el amor, por el amor y para el amor».
(S. Francisco de Sales, «Sermón del domingo 1º de Cuaresma»)