Nació en Magdalena, Jalisco, el 6 de enero de 1876. Esposo y padre ejemplar de numerosa familia, fue poseedor de una magnífica y bien cultivada voz de tenor dramático, gracias a la cual asistía a los oficios litúrgicos con bastante lucimiento y decoro. Muy devoto de la sagrada Eucaristía, comulgaba con frecuencia. Muy caritativo, compartía sus bienes entre los necesitados.
Fue aprehendido la mañana del 2 de abril de 1927; tenía dos hermanos presbíteros, Eduardo y José Refugio, los cuales eran muy respetados en Guadalajara. Cuando fue hecho prisionero, acababa de visitar la capilla ardiente donde era velado el cadáver del líder católico Anacleto González Flores. En los calabozos de la Inspección de Policía, lo torturaron hasta hacerlo perder el conocimiento. Cuando volvió en sí, expresó sus lamentos cantando el himno eucarístico: «Que viva mi Cristo, que viva mi Rey».
La madrugada del día siguiente, 3 de abril, fue trasladado, junto con su hermano, al cementerio municipal; se formó el cuadro para la ejecución; había llegado la hora. Ezequiel dijo a su hermano Salvador: «Los perdonamos, ¿verdad?». «Sí, y que nuestra sangre sirva para la salvación de muchos», repuso el interpelado; una descarga de fusilería cortó el diálogo. Muy cerca de ese lugar, la esposa de Ezequiel escuchó los disparos; ignoraba quiénes eran las víctimas; con todo, reunió a su numerosa familia: «Hijitos, vamos rezando el rosario, por esos pobres que acaban de fusilar».