Tiene que ser muy duro
desgajarse de un golpe de todo lo que ha sido
nuestra vida.
Sin duda que por eso
hizo Dios las polillas,
las manchas indelebles, las mudanzas,
los ladrones y el IRPF,
la amnesia paragüística, los amigos que juran
que te devolverán el libro que les prestas
y esas tiernas, angélicas criaturas
que disparan penaltis junto a jarrones chinos.
También por estas cosas hemos de darle gracias
a Su amorosa y sabia Providencia:
así al menos el trance
no nos pilla completamente desentrenados.