El guía me hizo luego un cartelón donde estaban pintados cuatro clavos y me dijo: “Estos son los cuatro clavos que atormentan y acaban con las congregaciones religiosas. Son como los cuatro clavos que atormentaron a Cristo en la cruz.
Si en la Congregación Salesiana los logran tener alejados, todo marchará muy bien y llegarán a la santidad.
Y me explico: El primer clavo lleva escrita una frase de San Pablo que dice: “Su Dios es el vientre”. Significa comer demasiado, beber demasiado. No ser mortificados en el comer y en el beber.
El segundo clavo lleva escrita otra frase del apóstol que dice: “Buscan lo suyo propio y no lo que es de Jesucristo”. Son los que lo que buscan no es el Reino de Dios o la salvación de las almas, sino su propia comodidad, el darle gusto a su orgullo y a su vanidad y el ayudar sólo a sus familiares. Si se aleja este modo de comportarse, la Congregación prosperará.
El tercer clavo lleva otra frase de la se que dice: “Su lengua es como el veneno de una víbora venenosa” (Salmo 140). Son los murmuradores, los que siempre viven criticando, los chismosos que cuentan a otros lo que han dicho contra ellos. Son un clavo fatal para las comunidades.
Y el cuarto clavo tiene escrita esta frase: “Ocio, malgastar el tiempo”. Son los que pasan horas y horas sin hacer nada que valga la pena. Cuando a una comunidad llegan estos individuos que se la pasan sin hacer nada, la comunidad va hacia la ruina. Pero cuando todos se dedican a trabajar con toda su alma, la comunidad progresa.
Luego el guía me mostró otra frase del Libro Santo que decía: “Son como una serpiente escondida entre la hierba, como una víbora en el camino por donde hay que pasar” (Génesis 49,17). Son esos individuos que no les tienen confianza a los superiores, que jamás hablan con ellos, que se guardan todo lo que sienten y nunca lo dicen. Estos tales son verdaderos flagelos para las comunidades. Los que obran mal si son descubiertos pueden ser corregidos, pero éstos son solapados, hipócritas y no nos damos cuenta del mal oculto que andan haciendo, y cuando se les descubren ya no hay tiempo para remediar el mal que han hecho. Esta clase de gentes hay que mantenerlas alejadas de la Congregación.
Yo me propuse escribir estos consejos tan sabios, y cuando iba a comenzar a escribir, vi que los jóvenes empezaban a llegar asustados y oí el mugir del toro que llegaba embistiendo, y fue tal el susto que sentí que… me desperté.
Conclusión: Qué buena conclusión de todo esto fuera que nos propusiéramos practicar cada día el lema de Trabajo y Templanza y evitar siempre los cuatro clavos tan dañosos: la gula, el orgullo, la murmuración y el ocio. Y en vez de obrar ocultos como serpiente en la hierba, ser francos y sinceros con los superiores. De esta manera podremos hacerle un gran bien a nuestra alma y al mismo tiempo hacer muchísimo bien a otras almas.
Le pedí a Nuestro Señor que me iluminara algo más acerca de lo importante que es el cumplir el lema de Trabajo y Templanza, y me volví a dormir. Y vi un bellísimo jardín lleno de las flores más hermosas que se pueda uno imaginar. Y me fue dicho esa será tu comunidad si se observa tu lema de Trabajo y Templanza.
Luego el jardín se convirtió en una pocilga donde había los animales más asquerosos y repugnantes que uno pueda imaginarse y allí había un hedor inaguantable, y me fue dicho: “En eso se convertirá la comunidad si no se obedece el lema de Trabajo y Templaza. El hedor me produjo tanto asco que me desperté, y quedé por bastante tiempo con la impresión de aquella escena tan repugnante y horrible.
Hagamos caso a lo que se nos ha aconsejado hoy, y seremos felices.