Este es uno de los sueños más importantes de nuestro Santo. Lo narró así: Anoche tuve un sueño que me parece rico en importantes enseñanzas.
Vi que con mis discípulos llegábamos a un campo y que un personaje desconocido nos decía: – Quiero librarlos de un gran peligro. Es un toro furioso que destroza a los que pasan por su camino.
Y me recomendó: – Dígales a sus discípulos que tan pronto oigan el rugido del toro, que es feroz y muy grande, se lancen inmediatamente al suelo y permanezcan así boca abajo, con la cara vuelta hacia tierra, hasta que el toro se haya alejado. Los que no acepten humillarse por tierra y quedarse así, estarán irremediablemente perdidos. Que recuerden aquella frase del Evangelio que dice: “Los que se humillan serán enaltecidos, pero los que se enorgullecen serán humillados”.
Y de pronto se oyó el terrible rugido del toro y mis discípulos muy obedientes hicieron dos filas a lado y lado del camino y se echaron a tierra y permanecieron con la cara vuelta hacia el suelo.
Se oyó el espanto rugido del toro y llegó aquel animal terrible. Tenía unos cuernos con los cuales hacia verdaderos estragos. Todos temblábamos de susto. Al toro le aparecieron hasta siete cuernos. Pero con los dos de enfrente era con los que más destrozaba.
Y se oyó una voz que decía: – Ahora se verán los efectos de la humildad.
Y, ah maravilla, en un instante, todos los que estábamos postrados y echados por tierra, con la cara contra el suelo, fuimos levantados por los aires de manera que los cuernos del tono no nos alcanzaban a tocar.
Pero los orgullosos, los que se habían quedado de pie en vez de echarse por el suelo, fueron todos destrozados por los cuernos del feroz animal. Y la voz dijo: – Esto sucede a los orgullosos. El que se enorgullece será humillado.
El toro levantaba los cuernos queriendo alcanzarnos y herirnos pero no lo logró porque estábamos bien altos. Entonces enfurecido se fue a buscar a otras fieras más que le ayudaran a alcanzarnos.
El toro es el enemigo de las almas. Tiene hasta siete cuernos, que son los pecados capitales (orgullo, avaricia, ira, impureza, gula y pereza). Pero a los que se mantienen humildes no los logra destrozar con estos pecados.