«… Un sacrificio es más o menos difícil de realizar, no según lo que cueste, sino según el espíritu con que se haga. Pensad en un joven amante que sale a comprar un regalo, y luego en un hombre que paga el impuesto sobre la renta, y comprenderéis que es la voluntad lo que hace que los sacrificios sean fáciles o difíciles. El cristiano servil, que cumple los diez mandamientos y nada más, siente la moral común como una piedra que llevara atada al cuello. El amor no siente su carga, no cuenta sus trabajos, y se esfuerza por intentar más de lo que puede conseguir. La ley dada en el Sinaí hablaba con el trueno de la autoridad; el Sermón de la Montaña habla tan sólo con el murmullo del amor»